lunes, 19 de septiembre de 2016

Un fin de semana en la Costa Brava más tranquila


Barcos pesqueros en Cadaqués.
Viernes noche:
•    Llegada a Llançà.
Sábado:
•    Visita a Cadaqués.
•    Playa en Portlligat.
•    Atardecer en el Cap de Creus.
•    Regreso a Llançà.
Domingo:
•    Paseo por la playa de Llançà.
•    Baño en Cala Bramant.
•    Paseo por El Port de la Selva.

En ocasiones, los lugares más frecuentados en temporada alta nos pueden deparar un fin de semana tranquilo y relajado en temporada media/baja.
Por todos es conocido que la Costa Brava es uno de los destinos más concurridos de la costa mediterránea. Sin embargo, visitarla a primeros de septiembre, siempre y cuando nos alejemos de las grandes sedes para el turismo internacional, puede ser una excelente opción para conocer algunas de sus magníficas calas y bellos pueblos marineros, sin las apreturas y el agobio del mes de agosto.
Así, el primer fin de semana de septiembre, nos dirigimos a la parte más al norte de la Costa Brava.
Hemos alquilado un apartamento en la tranquila localidad de Llançá, a la que llegamos tras conducir dos horas desde Barcelona. Recomendado llegar en coche para moverse con facilidad entre los diversos pueblos y calas.
En el extremo noreste de la Península Ibérica tenemos nuestro destino: la localidad de Llançà.
La primera noche es tranquila, cenando en casa y saliendo a pasear por el pueblo para tomar alguna que otra cerveza.
El sábado por la mañana nos levantamos con calma, que para algo hemos venido de “finde de relax”.
Desayunamos abundantemente y tomamos el coche por la carretera GI-612 en dirección sudeste hasta El  Port de la Selva y, desde allí, por la sinuosa GI-613 hasta Cadaqués.
Ruta realizada el primer día. A) Llançà  B) Cadaqués C) Portlligat y D) Cap de Creus.
Cadaqués es el pueblo más oriental de la península ibérica. Muy conocido y turístico, su población de casi 3000 habitantes se multiplica notablemente en verano, por lo que aparcar suele ser complicado.
Para ello, a la entrada hay un parking que, aunque caro, nos facilita la labor. Nosotros dejamos allí el coche y salimos a pasear por las estrechas calles del pueblo.
Caminamos entre casas de paredes blancas con puertas y ventanas azules, sin apenas gente. Resulta fácil imaginar a Dalí paseando por aquí, buscando inspiración para sus obras o simplemente disfrutando del paisaje. Podemos encontrar, junto a la playa principal, una estatua del pintor.
Nos acercamos a una de las pequeñas calas de piedra pequeña, con gente aunque sin resultar agobiante. Disfrutamos de un agradable baño, puesto que el sol hoy calienta con fuerza.
Casas blancas de puertas y ventanas azules.

Flores que aportan tonalidades diferentes.

Barcos en las proximidades de Cadaqués.

Desde las inmediaciones de la iglesia (en lo alto), vista hacia el paseo marítimo.

Tranquilidad en Cadaqués

Pequeña playa donde nos bañamos, en pleno centro de la localidad.

Rincones de Cadaqués.
Tras el baño nos acercamos al pequeño restaurante “El gato azul”, situado en uno de los rincones más pintorescos de Cadaqués. Nos tocó una mesa que asomaba hacia la calle, preciosa. La comida, aunque no muy abundante, realmente buena.
Restaurante "El gato azul". Bonita mesa, mitad dentro, mitad fuera.
Al acabar de comer cogemos el coche, durante unos 4-5 kilómetros, para acercarnos a Portlligat, pequeño pueblo donde realmente vivió Salvador Dalí, y donde podemos visitar la Casa-Museo.
Nosotros, sin embargo, preferimos tumbarnos a pasar la tarde en una pequeña y solitaria cala, algo más al este que la cala principal de Portlligat.
Playa en Portlligat. Al fondo la Casa-museo Salvador Dalí, donde vivió el pintor.
Nos acercamos más tarde al Faro del Cap de Creus, donde se puede disfrutar de una puesta de sol espectacular. Recomendable llegar bastante antes del atardecer puesto que, incluso fuera de la temporada alta, cuesta un poco encontrar aparcamiento.
Regresamos a Llançà para cenar y luego tomar alguna copa en un bar del pueblo.
Recónditas calas en la zona del Cap de Creus.

Faro del Cap de Creus.

Bello atardecer.

Tonos amarillos, anaranjados y ocres.
Al día siguiente, domingo, nos levantamos tarde y recogemos el apartamento. Hoy nos espera, de nuevo, un plan tranquilo.
Ruta del segundo día. A) Llançà B) Playa de Llançà C) Cala Bramant y D) El Port de la Selva.
En primer lugar nos acercamos a la playa de Llançà que, a pesar de no estar nada mal, no es lo que estamos buscando.
Por ello, nos dirigimos al Cap Ras. Se trata de una pequeña península situada al norte de Llançà, escasamente urbanizada y con un buen número de pequeñas calas donde encontrar la ansiada tranquilidad. Merece la pena, si se dispone de tiempo, recorrer a pie los numerosos senderos que separan unas de otras.
Bonitos senderos, paralelos a la playa, en el Cap Ras.
 Nosotros, que solo tenemos un rato por la mañana, nos decantamos por la, probablemente, más pintoresca de todas las calas del Cap Ras. Se trata de la Cala Bramant, una pequeña playa de arena gruesa, rodeada de una alta pared de roca y con una única (y estrecha) salida al mar. Los lugareños también la conocen como Cala dels Enamorats, por su aspecto romántico y bucólico. En temporada alta, probablemente, sea difícil encontrar sitio para poner la toalla.
Aconsejable visitarla con unas buenas gafas de bucear, puesto que sus aguas transparentes y tranquilas invitan a la realización de snorkel.

Estrecha salida al mar en la Cala Bramant.

Dado su pequeño tamaño, complicado obtener un buen sitio.

Cala Bramant, peculiar y coqueta donde las haya.
Tras el baño nos dirigimos, para comer algo, a El Port de la Selva, localidad de importante tradición pesquera. Si nos sobra tiempo, podemos acercarnos al Monasterio de Sant Pere de Roda, de gran interés cultural.
Vista de El Port de la Selva.
Después de comer debemos emprender el siempre duro camino de regreso a casa, aunque contentos por haber disfrutado de un fin de semana tranquilo en un lugar, hasta la fecha, desconocido para nosotros.

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