jueves, 26 de enero de 2017

Viaje a Vietnam. Sapa: visita a Cat Cat y al mercado local

Haciendo amigos en Cat Cat.
El día ha comenzado gélido y con una neblina que imprime un aire misterioso a la pequeña localidad de Sapa. Y, aunque no llueve, no descartamos que luego nos mojemos un poco.
Desayunamos en el hotel y pronto nos ponemos en marcha. Hoy queremos visitar la pequeña localidad de Cat Cat, muy próxima a Sapa. El camino está bien señalizado, continuando la carretera que desciende hacia el valle. Apenas 3 kilómetros (unos 45 minutos) nos separan de la entrada de la localidad. El entorno es mágico, en un valle de intenso verdor que se intenta esconder tras las nubes.
Las mujeres de la etnia Dao Do tejiendo artesanías en la calle, resistiendo al intenso frío matutino.

Desde la carretera por la que caminamos a Cat Cat tenemos unas bonitas vistas de las terrazas de arroz.
Cuando llegamos a esta pequeña aldea debemos pagar 50000 dongs (2€) por persona para entrar. Nos facilitan un mapa en el que se indica el recorrido recomendado para conocer Cat Cat de la mejor manera posible.
Pasamos por delante de una escuela, situada algo a las afueras, para luego internarnos en las estrechas y empinadas callejuelas en las que han florecido pequeños puestos de artesanía y tiendecitas. Espectacular el colorido de las diferentes telas, en contraste con el monótono verde del paisaje.
En la entrada a Cat Cat. Unos metros antes hay que soltar la pasta.

Cestos tradicionales.

En las empinadas calles de Cat Cat abundan las tiendecitas de artesanías.

Monederos de mil colores.
Entramos en una pequeña sastrería donde hay un telar antiguo (que no parece funcionar, simplemente está expuesto para que lo vean los visitantes) y en una casa típica hmong, acompañados por una simpática anciana de dicha etnia. 
El pueblo, que en ocasiones parece un mercado al aire libre, tiene rincones bien bonitos.

Casualidades de la vida, en Cat Cat nos cruzamos con los japoneses compañeros de viaje en el tren. ¿Molan, eh?
El punto fuerte de la visita se encuentra descendiendo varias decenas de escalones, de camino al río. Allí hay un pequeño puente colgante, varias norias de bambú y una preciosa cascada. Se trata, sin duda, del rincón romántico de Cat Cat. Nosotros, cómo no, aprovechamos para disfrutar del entorno y tomar algunas fotografías.
Descendiendo innmuerables escaleras para llegar al río.

Ya en el río vemos las norias de bambú y un pequeño puentecito donde tomar bonitas fotografías.

La cascada de Cat Cat.
Pasándolo pipa en los columpios de Cat Cat.
La ruta por el pueblo, con calma y paradas incluídas, nos cuesta unas 3 horas. Tras ello regresamos a Sapa y comemos en el restaurante Antique Sapa, justo enfrente del hotel. Si bien la ciudad tiene restaurantes llenos de turistas, este local es muy tranquilo y ofrece comida local de calidad y a precios muy baratos (unos 4€ por persona el menú completo). Recomendado.
De regreso a Sapa paramos a tomar un café en un bar con unas vistas espectaculares.

En el restaurante Antique Sapa podemos probar menús abundantes, deliciosos y a precio económico.
Salimos a pasear un rato “para que baje la comida”, y lo primero de todo es informarnos de dónde salen los autobuses públicos que van a Lao Cai. Al lado de la plaza principal, cerca de la Catedral. 30000 dongs (1,2€) el billete; el último autobús sale a las 18:30. Todo ello nos viene perfecto, bien jugado chicos.
Seguimos el paseo rodeando el lago de la ciudad, cuyo final no podemos ver por la niebla. La tarde es fresca, lo que no quita que haya bastante gente caminando por las orillas de este apacible lugar.
Plaza principal de Sapa, con la catedral al fondo.

El lago de Sapa, entre la neblina.
Cuando llegamos a la otra punta vemos, un poco lejos, un mercado. Y, como a estos dos que escriben casi no les gusta pasear por los mercados (guiño guiño), decidimos ir a investigar.
 Buenas noticias: es un mercado para la gente local, donde venden comida, ropa, menaje de hogar… ¡y no hay ni un solo turista! Allá vamos, que esto es lo que nos gusta. Pronto encontramos un puestecillo donde vemos lo que parecen chucherías de todos los colores, algunas de aspecto más apetecible que otras. Hablamos con la dependienta (en inglés, claro):
- ¿Podemos probar alguna?
- (Respuesta en vietnamita y risas nerviosas).
- Do you speak english?
- (Respuesta en vietnamita, mirada cómplice a otro joven que había por allí y más risas nerviosas).
- Uhms… - señalamos con el dedo y decimos que queremos una de cada.
- La chica prepara una caja de plástico enorme para llenarla de chuches.
- ¡No, no! – eso lo entienden – ¡Solo queremos probar una de cada!
- (Frase larga en vietnamita).
En ese momento sacamos la Lonely para ver el mini diccionario que tiene al final. Nada que nos sirva, shit. Volvemos a hacer gestos con la mano, pidiendo uno de cada. La chica parece que lo comprende y nos pone, en una pequeña bolsita, una de cada (roja, amarilla, verde…las apetecibles). Vemos que las marronáceas con una especie de fibras y aspecto de hez caprina (caca de oveja, vamos) no nos las sirve.
- No, no, si puede ser de esas también.
- (Cara de circunstancia).
- Esas –señalando con el dedo.
La chica nos pone una especie de trufa grasienta y la que parece caca de oveja. Persiste su cara de circunstancia.
- ¿Cuánto cuesta?
- No, no –la chica nos lo regala.
El mercado local de Sapa, algo alejado del centro.

Puestecillo de chucherías. Algunas tiene buen aspecto, otras regular y otras...¿se comen?
Tras agradecerle mucho su amabilidad, decidimos probar nuestras compras. Si comprarlo no ha sido fácil, ahora comerlo… Veremos.
Las primeras chuches (la verde, roja y amarilla) son como guindas, de sabor aceptable. La “trufa” es dura, con sabor como a jengibre pero picante. No me la acabo, esto no puede ser una chuche. Voy a por la joya de la corona. Se trata de una pelotita marrón, ovoide pero irregular, de algo más de 1 centímetro de diámetro, con una especie de fibras marrón clarito a su alrededor. Si no estuviera en el mostrador de las chuches pensaríamos que es una caca de oveja, de verdad. Pero como estaba en dicho mostrador, hay que probarlas. Primer mordisquito: es blandurria pero tiene algo muy duro en su interior, de momento no sabe a nada. Segundo mordisquito (algo mayor): sigue sin saber a mucho, aunque recuerda al jengibre. Tercer mordisquito: cara de circunstancia, sabor chungo súbito que no me mola nada… ¡¡Agua, agua, agua!!
Algunas de las chucherías. Las dos de la derecha malísimas de sabor curioso, cuando menos.
NOTA: si algún lector sabe a lo que nos referimos, conoce su nombre y de qué está compuesto (y si, realmente, es comestible), que por favor nos lo diga. Gracias.  

Recuperados de este momento regresamos al hotel para recoger las mochilas e ir en busca del autobús. Llegamos con mucho adelanto (17:45), pero justo tres minutos después llega un autobús y el conductor nos dice que va a Lao Cai. Sin apenas esperar, se pone en marcha. Desconocemos si es el bus de las 17:30 que va con retraso, es el de las 18:30 con adelanto o es otro. La cuestión es que pagamos los 30000 dongs por persona y en poco más de una hora llegamos a Lao Cai. El autobús nos deja en la gran plaza donde se halla la estación de tren.
El autobús con el que vamos a Lao Cai. Se ve de lejos la ruta que realiza.
Nos acercamos al mostrador con el resguardo del billete y nos dicen que no, que hemos de cambiar el resguardo por los billetes en un restaurante que está allí cerca (realmente funciona así: nosotros pagamos al hotel de Hanoi, ellos contactan con el restaurante de Lao Cai, quienes compran el billete en la estación y posteriormente nos lo cambian por el billete en sí).
Ya con los billetes esperamos durante un rato hasta que, sobre las 20:30 podemos montar de nuevo en el tren, que sale a las 21:10. Y allí, casualidades de la vida, volvemos a coincidir con los japoneses como compañeros de camarote. Conversamos un buen rato por gestos y escribiendo en una libreta hasta que a eso de las 23:00 nos vamos a dormir. Mañana nos despertaremos de nuevo en Hanoi, para partir hacia la bahía de Halong
 
El tren de Lao Cai a Hanoi, repleto de viajeros.


lunes, 23 de enero de 2017

Viaje a Vietnam. Sapa: trekking entre arrozales

Una anciana de la etnia hmong muestra una radio recién adquirida a algunos de los vecinos de su localidad.
La ciudad de Sapa, situada al noroeste de Vietnam, es una de las paradas más habituales en cualquier viaje a Vietnam. Se encuentra a 1600 metros de altitud, entre verdes montañas y campos de arroz, y es un lugar excelente para los amantes del senderismo. Además, la presencia en la zona de diversas etnias (hmong, dao do…), hace de su visita una experiencia todavía más interesante.
Sin embargo, el aumento exponencial del turismo (de unas pocas centenas al año en la década de los 90 a más de 150000 en la actualidad) está haciendo que esta región remota pierda gran parte de su autenticidad. A pesar de los precios elevados (intentando cobrar por casi todo) y que la zona está pelín masificada, todavía podemos encontrar algún momento de tranquilidad perdiéndonos por alguno de sus escondidos caminos. He aquí nuestra experiencia:
Llegamos a la localidad de Lao Cai a las 06:20 de la mañana, en el tren nocturno desde Hanoi. El viaje ha sido tranquilo aunque no hemos descansado del todo bien por el traqueteo del tren.
Una vez bajamos del tren, todos los extranjeros somos abordados por decenas de personas que nos ofrecen el servicio de furgoneta privada a Sapa. En el tren nos pedían 100000 dongs/persona (4€); sin embargo, negociando con uno de los hombres que nos reciben, conseguimos el trayecto por 50000 dongs por persona (2€). Más tarde nos enteramos de que, nada más salir de la estación, a la izquierda, hay unos autobuses amarillos que realizan el mismo recorrido por 30000 dongs. 
A nuestra llegada a Lao Cai, decenas de personas nos esperan para ofrecernos el servicio de furgoneta a Sapa.

Buenos (y borrosos) días. Mantenemos la sonrisa a pesar de haber dormido más bien poco.
Así, pues, montamos en la furgoneta 9 personas (¡cada una a un precio distinto!) y nos dirigimos a Sapa por una carretera tremendamente sinuosa. El trayecto dura aproximadamente una hora, en un entorno hermoso aunque parcialmente cubierto por nubes bajas.
La furgoneta nos deja en la plaza principal de Sapa. Nada más bajar, unas 15-20 mujeres de la etnia hmong nos ofrecen, insistentemente y con un buen inglés, alojamiento o contratar con ellas un trekking por la zona.
Preferimos tomarnos la cosa con tranquilidad e ir al hotel, situado a unos 5 minutos caminando de la plaza, por una calle con bastantes restaurantes y tiendas. Llegamos al hotel Phuong Nam y, tras dejar nuestras maletas en la habitación, decidimos contratar con ellos un trekking con guía por las localidades de Ta Van y Lao Chai (300000 dongs por persona, unos 12€).
Hemos quedado con el guía a las 09:30, así que aprovechamos para desayunar unos noodles de ternera y pancakes de chocolate justo enfrente del hotel.
Noodles de ternera y café con leche. El desayuno de los campeones.
El guía, acompañado de unos 9-10 viajeros más, acude puntualmente a su cita. Montamos en una furgoneta que nos lleva, por una carretera en mal estado, unos 7-8 kilómetros en dirección este. Bajamos de la furgoneta y comenzamos a caminar por una pista estrecha, aunque asfaltada. Pronto se unen al grupo unas 12 mujeres de la etnia hmong, quienes tímidamente se acercan a nosotros y nos preguntan el nombre, de dónde venimos, etc… Resulta curioso que tengan un inglés bastante más digno que el del guía.
Las archiconocidas terrazas de arroz del valle de Sapa.

Ya desde el inicio de la ruta el paisaje es bonito, aunque algo empañado por la neblina.

En un primer momento nuestras acompañantes nos ofrecen conversación y se muestran interesadas en conocernos.
Descendemos hacia el fondo del valle, llegando a la localidad de Lao Chai. El paisaje, compuesto por verdes montañas y las típicas terrazas de arroz, no se muestra en todo su esplendor ya que la neblina y las nubes bajas nos impiden verlo en su totalidad.
Recordad: en la zona de Sapa hace fresquito, ¿eh? .
Preciosas las terrazas de arroz.
Las primeras tres horas de ruta transcurren por un camino fácil, con suaves ascensos y descensos, por terreno asfaltado. Atravesamos un par de aldeas, deteniéndonos a ver las escuelas, lugares de artesanía… Las mujeres hmong siguen con nosotros, aunque ya simplemente paseando a nuestro lado.
Saltando a la comba en el colegio.

Niños jugando con una especie de canicas.
Nuestras acompañantes durante el camino.
Hacemos un alto en el camino para comer algo en un pequeño restaurante. Arroz, tofu, pollo y verdura componen el menú.
En algunos momentos las nubes parecen desaparecer y nos dejan ver las montañas del entorno.

Aprovechando un descanso para tejer.
Una vez recuperadas fuerzas seguimos la marcha. A partir de ahora la cosa se complica, puesto que durante un rato caminamos por medio de las terrazas de arroz, en un terreno con charcos y resbaladizo por el barro. En este momento las mujeres hmong ayudan a algunos de los turistas a superar con éxito los pasos más complicados. Parece increíble que se muevan con tanta soltura por un terreno tan resbaladizo con unas simples chanclas de plástico mientras los turistas, equipados con botas de montaña, lo pasan mal en el barro. 
Durante un rato caminaremos por los resbaladizos bordes de las terrazas.
Detalle de los coloridos pañuelos.
Nos encontramos ahora en el otro lado del valle, y ascendemos primero por un terreno boscoso y posteriormente atravesamos durante un rato un bosque de bambú. El día es frío y nuboso(a recordar: en Sapa hace mucho frío, hay que llevar ropa de abrigo), pero vale la pena realizar esta ruta. Posiblemente, en días soleados sea mucho más espectacular.
Rodeados de campos.

Lástima del día nublado, ya que el paisaje es espectacular.

En el bosque de bambú.
Al poco de salir del bosque de bambú llegamos a una cascada, desde la que disponemos de unas vistas más que notables. El valle es amplio, salpicado de pequeñas aldeas rodeadas de terrazas de arroz. Paramos durante un rato a disfrutar del paisaje antes de descender de nuevo hasta llegar al río principal y dar por finalizada la ruta.
Las vistas desde la cascada (dicha cascada, vista desde arriba, no es nada del otro mundo...)
Es entonces cuando las mujeres hmong pasan realmente a la acción. De repente, todas avasallan a los turistas intentando vender los productos de artesanía que han llevado en los cestos de su espalda durante todo el camino. A pesar de nuestra constante negativa, no cejan en el empeño y nos ofrecen insistentemente pañuelos y demás objetos decorativos. Aquellos viajeros que han sido ayudados durante el camino (realmente había tramos en los que era fácil resbalar) se sienten “en deuda” con las mujeres y les compran bastantes cosas. Parece que esto funciona así: se ganan la confianza del turista para que posteriormente sea más fácil que les compren algo.
NOTA: vimos varios carteles en la zona en la que las autoridades de la zona piden a los viajeros que no compren a la gente que ofrece sus productos en la calle.
Nada más acabar la ruta comienza la compra-venta de productos de artesanía.

Cruzando un puente colgante en buena compañía.
Esperando pacientemente.
Regresamos a Sapa en furgoneta, algo cansados aunque satisfechos de la bonita ruta realizada.
Una vez en la ciudad vamos al hotel a ducharnos y dormir una merecida siesta. Al levantarnos decidimos salir a pasear un poco por Sapa. El frío es notable, quizá por ello la mayor parte de las tiendas venden ropa de montaña. Destacan, sin duda, las chaquetas marca North Face que venden en prácticamente todas las tiendas. A pesar de que se trata de probables falsificaciones, la verdad es que resulta realmente difícil asegurarlo al 100% porque el nivel de detalle es increíble. Nosotros decidimos comprar alguna y realmente cumple su función de abrigarnos en la gélida noche de Sapa.
Cenamos el restaurante Little Sapa, que nos habían recomendado. Los noodles con vegetales y el pollo al curry están deliciosos, así que nosotros lo recomendamos también.
Tras la cena, sobre las 21:00, regresamos al hotel para descansar.
Las calles de Sapa ya de noche, repletas de tiendas y restaurantes.

viernes, 20 de enero de 2017

Viaje a Vietnam. Hanoi: dulce introducción al caos.

Caótico tráfico en Hanoi. Todo un reto el cruzar las calles.
Tras un largo vuelo, con escalas en París y Guangzhou, llegamos por fin a Vietnam. Y lo hacemos a su capital, Hanoi, una ajetreada ciudad de tráfico caótico en la que podemos encontrar, sin embargo, rincones sosegados donde disfrutar del tranquilo transcurso de la vida en el sudeste asiático.
Nada más llegar al aeropuerto debemos rellenar el papel del visado (solicitado previamente por internet) y pagar 25$ por persona. En pocos minutos nos dan el permiso de entrada, por lo que accedemos al control de pasaportes y, por fin, estamos en territorio vietnamita.
Nos recoge el taxista del hotel, tal y como habíamos acordado por internet, y en poco más de media hora llegamos a la puerta del Hanoi 3B homestay. Allí nos reciben amablemente con un té con leche, plátanos y unos zumos deliciosos mientras esperamos a poder entrar en la habitación. Buen recibimiento, sí señor.
Aunque no sea gran cosa, tras un viaje eterno esto sienta de maravilla.
Dejamos las mochilas en la habitación, nos duchamos y, a pesar de que estamos cansados, nos disponemos a conocer la ciudad. El hotel está muy bien situado, así que iremos caminando.
En primer lugar nos dirigimos al Complejo del Mausoleo de Ho Chi Minh. Se trata de una amplia zona, siempre llena de turistas vietnamitas, con unos bonitos jardines, el palacio presidencial, un museo, la pagoda del pilar único y la casa de pilares. Pagamos la entrada (40000 dongs) y recorremos tranquilamente, bajo un sol de justicia, todo el complejo. Puede ser curioso, pero para el turista no supone una visita demasiado interesante. Eso sí, para los vietnamitas supone una especie de lugar de peregrinación, y lo visitan en enormes grupos dirigidos por guías que gritan a través de megáfonos. Tranquilidad, lo que es tranquilidad, no hay demasiada.
El mausoleo en sí, donde reposan los restos de Ho Chi Minh, no lo visitamos.
Detalle del Palacio presidencial.

En el interior del Complejo del Mausoleo de Ho Chi Minh.
Una vez salimos del recinto nos dirigimos a la enorme plaza Ba Dinh. En ella destaca el enorme cubículo de mármol que es realmente el mausoleo de Ho Chi Minh. En los alrededores, gigantescos edificios de hormigón de clara inspiración soviética.
Posando en la gigantesca plaza Ba Dinh, con el mausoleo de Ho Chi Minh al fondo.

Día soleado para pasear por Hanoi, ideal.

El Mausoleo de Ho Chi Minh.
Seguimos caminando por la ciudad hasta llegar a la Plaza de la estatua de Lenin, justo al lado de la Torre de la Bandera y de la Ciudadela imperial. Este último emplazamiento, a pesar de ser interesante, no lo visitamos por dentro (había que pagar, no teníamos demasiado tiempo antes del anochecer y estábamos cansados).
Detalle de la Torre de la Bandera. Como su nombre indica, es una torre con una bandera. Y poco más.
Continuamos la ruta llegando al Templo de la Literatura. Se trata de un antiguo templo, construido en honor a Confucio allá por el siglo XI, siendo la primera universidad de Vietnam. Pagamos la entrada (30000 dongs, 15000 los estudiantes) y paseamos por su interior. Destaca la sala principal, con una estatua de Confucio, y los pequeños estanques y apacibles jardines. Asimismo, en el recinto hay numerosas losas de piedra situadas sobre estatuas de tortugas; en dichas losas aparecen los nombres de los mejores estudiantes que hubo en la universidad durante varios siglos. En el Templo de la Literatura coincidimos con varios grupos de estudiantes recién graduados, lo que aporta color y ambiente festivo al lugar.
Entrada al Templo de la Literatura.

¡Jejejeje, me he ahorrado la mitad del precio de la entrada por mi carnet de estudiante!

Jóvenes vietnamitas celebrando una fiesta de graduación.
Tras la visita nos dirigimos al bar Koto, en el que probamos los primeros bocados de comida vietnamita (rollitos vegetales fríos y arroz con vegetales). Nada destacable el bar, a pesar de estar recomendado en algunas guías.
Nos acercamos a uno de los epicentros de la vida en Hanoi: el lago Hoan Kien. Rodeamos sus orillas, con un gran ambiente ya entrada la noche. Numerosas parejas pasean por este lugar tan romántico.
Como estamos cansados, decidimos regresar al hotel, aunque pasando previamente por el mercado nocturno. Dicho mercado solo funciona de viernes a domingo, y en él podemos encontrar ropa y todo tipo de recuerdos de Vietnam, a buenos precios (imprescindible regatear). A pesar de que no tuvimos ningún problema, conviene tomar precaución ante posibles carteristas.
Sobre las 19:30, agotados no solo por la caminata sino por el largo viaje, llegamos al hotel y vamos a dormir. Mañana será otro día.
Bullicioso mercado nocturno, justo al lado de nuestro hotel.
Ruta realizada el primer día.
2º día
Hemos dormido como bebés, así que con las pilas a tope encaramos un día entretenido en Hanoi.
El desayuno en el hotel es contundente (noodles, verduras al vapor, arroz… y, además, la posibilidad de elegir algunos platos a la carta). Damos buena cuenta de toda la comida y preparamos la mochila, que nos guardarán en el hotel mientras pasamos los dos días siguientes en Sapa.
Salimos del hotel en dirección sur, para llegar enseguida al mercado Dong Xuan, el más grande de Hanoi. Construido a finales del siglo XIX, se trata de un enorme edificio con laberínticos pasillos repletos de todo tipo de artículos en venta. Si bien es un lugar bastante turístico (y por ello con precios algo más elevados), en él se palpa fielmente la realidad local.
En los estrechos pasillos del mercado Dong Xuan apenas resta espacio para pasar.
Una vez salimos del mercado decidimos pasear por el barrio antiguo de la ciudad, recorriendo  las calles perfectamente ordenadas por gremios: herreros, joyeros, herboristas… Realmente un espectáculo para los sentidos.
Cada calle un gremio. En esta hacen pequeños objetos religiosos de madera.

Siempre se pueden cargar las motos un poquito más. Las vimos peores, sin duda.

Corbatas, pañuelos, blusas... comprar objetos de seda en Vietnam es una buena opción.
Seguimos nuestra ruta hasta la Catedral de San José, situada en una coqueta plaza muy frecuentada por mochileros. Por desgracia, la catedral está cerrada y no podemos visitarla.
Al fondo asoma la Catedral de San José.
Aprovechamos para hacer un alto en el camino y entrar en el Hanoi House, un pequeño bar con terraza y vistas privilegiadas a la catedral. Se accede desde la plaza a través de un sórdido callejón, pero luego el lugar es acogedor y agradable. Nos refrescamos con unos buenos zumos naturales.
Pues no están nada mal estos zumos naturales, ¿no?
Tras el descanso vamos hasta la prisión de Hoa Lo. Construida por los franceses a finales del siglo XIX, inicialmente fue utilizada para recluir a presos políticos vietnamitas. Con el paso de los años y en plena Guerra de Vietnam, a ella enviaron a los norteamericanos que caían en manos de los vietnamitas del norte. La entrada nos cuesta 30000 dongs (15000 con carnet de estudiante). Paseamos por su interior visitando las celdas y contemplando algún horripilante método de tortura (guillotinas, etc…). La visita a la prisión, aunque con historia interesante, no nos gusta demasiado. Prescindible.
Echando un vistazo a las celdas de la prisión de Hoa Lo. La apodaban, irónicamente, la "Hanoi Hilton".
Antes del anochecer nos acercamos al Museo Nacional de Historia Vietnamita. Se trata de un edificio bastante espectacular, pintado de un llamativo color ocre. La entrada nos cuesta 30000 dongs (15000 con carnet de estudiante). Aunque apenas disponemos de 45 minutos antes de su cierre, nos parece una visita entretenida.
Con los últimos rayos de sol sobre el horizonte pasamos por delante de la Ópera hasta llegar al lago Hoan Kien, hoy todavía más animado que el día anterior. 
Majestuoso edificio de la Ópera.

Llega el atardecer a Hanoi. Una buena manera de disfrutarlo es pasear por las orillas del lago Hoan Kien.
Sin embargo, antes de pasear un poco por las orillas del lago, vamos al Teatro de las Marionetas de Agua, para comprar las entradas con algo de antelación (suele estar lleno y no queremos perdernos el espectáculo). Pagamos 100000 dongs + 20000 por “poder hacer fotos” (esto último es una especie de timo, no vale la pena pagarlo…y si quieres hacer las fotos las haces igual).
Ya con las entradas en el bolsillo decidimos, ahora sí, disfrutar de las vistas del lago. Llamativo, sin duda, el precioso puente iluminado con luz roja, y que permite el acceso al Templo de Ngoc Son. Más al fondo, en otra pequeña isla del lago, la Torre de la Tortuga, emblema de la ciudad de Hanoi.
Puente de madera que nos acerca al Templo Ngoc Son.
Entramos al Teatro de las Marionetas de Agua, lleno de turistas. El espectáculo, amenizado por música tradicional vietnamita en directo, representa varias escenas de animales y de la vida cotidiana, durante aproximadamente una hora. Resulta curioso, cuando menos, el ver moverse las marionetas sobre el agua con tanta soltura. Recomendado acercarse a uno de estos espectáculos durante la estancia en Vietnam.
El espectáculo de las marionetas de agua se acompaña de música en directo.
Detalle, algo movido, de las marionetas de agua.
 

Al finalizar callejeamos por una zona bastante animada, repleta de bares y restaurantes, de camino al hotel.
Cenamos, muy muy bien, en el restaurante 5 spices, que nos habían recomendado. Tras cenar, volvemos al hotel, donde cogemos nuestras mochilas pequeñas (las grandes nos las guardan) y los resguardos para cambiar por los billetes del tren a Sapa (160$ ida y vuelta para 2 personas).
Ruta realizada el segundo día.
Llegamos a la estación y, justo antes de entrar al edificio principal, una persona nos indica que no tenemos que ir allí, sino que la tenemos que seguir. Aunque con dudas, la seguimos. Allí, cerca de las vías, hay una mesa destartalada en la que dos hombres cambian nuestros resguardos por billetes de tren. Imaginaos la situación: en una zona oscura, fuera de la estación, dos hombres os cambian los resguardos por unos supuestos billetes. ¿Huele a timo? Pues la verdad es que no, que eso funcionaba así. Raro, pero así fue.
Una vez entramos al tren y la revisora nos da el visto bueno, nos quedamos más tranquilos. Disponemos de un camarote con literas, para cuatro personas, muy acogedor. Compartimos viaje con una pareja japonesa, ruidosos pero simpáticos. El viaje de Hanoi a Lao Cao, donde tenemos que bajar, dura unas 8 horas, que aprovechamos para dormir (y ahorrarnos una noche de hotel).
Pues este es nuestro camarote, acogedor y confortable. ¡A dormir!