lunes, 27 de febrero de 2017

Fin de semana en la comarca de Gúdar-Javalambre

Disfrutando del soleado día en la entrada del castillo de Mora de Rubielos.
La comarca de Gúdar-Javalambre se encuentra en la provincia de Teruel, lindando con la de Castellón. Tiene aproximadamente 8000 habitantes, divididos en 24 localidades; siendo Mora de Rubielos su capital.
En la comarca se puede disfrutar de las estaciones de esquí de Valdelinares y Javalambre, así como del turismo termal y de la belleza y encanto de sus tranquilas localidades. En todas ellas encontraremos edificios de gran valor cultural, desde castillos y casas señoriales hasta grandiosas colegiatas y museos etnológicos muy interesantes.
Por otro lado, el cielo limpio y despejado de la zona ha permitido la construcción de un importante observatorio astrofísico; y la comarca, dado el bajo grado de contaminación lumínica, se considera un “destino turístico starlight”, por lo que se trata de un lugar excelente para la observación del cielo nocturno.
Las “vías verdes” que atraviesan la comarca, los múltiples senderos señalizados y algunos árboles monumentales nos pueden invitar a entrar en contacto más próximo con la naturaleza de Gúdar-Javalambre.
Con respecto a la gastronomía, es imprescindible recordar que la comarca es el mayor productor mundial de trufa; por tanto, dicho tubérculo condimentará gran parte de los platos que nos ofrezcan en los restaurantes. Asimismo, el jamón de Teruel no faltará en cualquier menú.
Para llegar a la localidad de Mora de Rubielos, que puede ser un perfecto “campamento base” desde el que conocer la comarca, el camino más fácil es:
- Desde Teruel/Zaragoza/Madrid: ir por la autovía A-23 y desviarse en la salida 92, a la altura de La Puebla de Valverde; continuar por la A-232 hasta Mora de Rubielos.
- Desde Valencia: ir por la autovía A-23 y desviarse en la salida 76, para continuar por la A-228 hasta Mora de Rubielos.
Por último, aunque a nosotros nos hizo un fin de semana fantástico (con mucho sol y temperaturas más que agradables), hay que recordar que la comarca se encuentra a una altitud considerable y que suele hacer bastante frío en los meses de invierno.
Posando desde la zona de la muralla, en Mora de Rubielos.
Y NOSOTROS…¿QUÉ HICIMOS?
Teníamos un fin de semana libre, con ganas de desconectar y decidimos aprovechar para conocer un rincón de la provincia de Teruel que, aunque quizá algo desconocido, sabíamos de antemano que nos iba a sorprender. Visto lo visto, no nos equivocábamos.
Llegamos el viernes por la noche a Mora de Rubielos. Dejamos las maletas en nuestro hotel (Hotel Mora, en las afueras del pueblo) y tomamos el coche en dirección norte (carretera hacia Rubielos de Mora). A unos 3 kilómetros de Mora encontramos un desvío a mano derecha, del cual parte una pista que nos lleva a la Masía La Torre.
Se trata de un hotel elegante y moderno, situado en medio del campo, cuyo restaurante tiene buena fama. Migas con huevo trufado, vieiras con papada de cerdo, huevos trufados con terrina de manitas de cerdo y atún rojo fueron nuestra elección, y la verdad es que nos encantaron.
Llenos, muy llenos, nos vamos a dormir. 
Masia La Torre. Hotel elegante y restaurante con una carta excelente.

Migas con huevo trufado. ¿A que se hace la boca agua?
Al día siguiente nos levantamos con la calma, puesto que queremos que sea un fin de semana sosegado y sin prisas.
Vamos en primer lugar a conocer Rubielos de Mora. Se trata de un pequeño municipio declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1980, Bien de Interés Cultural en 2007 y que, recientemente, ha sido incluido en la lista de los “Pueblos más bonitos de España”. Además, forma parte de la “Red de municipios por la calidad de vida”.
Accedemos al interior del recinto amurallado por el Portal de San Antonio para continuar por la calle del mismo nombre. Enseguida nos encontramos con el Palacio de los Condes de Creixell, la Casa Consistorial (donde está la oficina de turismo) y el Palacio de los Marqueses de Villasegura. Este último representa quizá el mejor ejemplo de casa palaciega de toda la localidad.
Portal de San Antonio, por donde accedemos a la localidad.

Ya estamos dentro del recinto amurallado.

Fachada del Palacio de los Marqueses de Villasegura.

Interior de la Casa Consistorial.
Nos desviamos brevemente de la calle San Antonio para echar un breve vistazo al Palacio de los Condes de Florida, cuya fachada, dividida en tres franjas, es un perfecto modelo de palacio renacentista aragonés.
Palacio de los Condes de Florida.

Curioso reloj de sol.

Calle de San Antonio, vía principal de la localidad.
La ex colegiata de Santa María la Mayor (s. XVII) es, sin duda, el punto álgido de la visita a Rubielos de Mora. A pesar de su carácter sobrio, posee un interesante retablo gótico del siglo XV, auténtica obra maestra de la época. La entrada/donativo cuesta 2 euros, y permite, además de la visita al templo, subir a la torre y visitar también un pequeño museo.
Un poco más allá se encuentra la Plaza del Carmen, donde destaca el antiguo convento de los Carmelitas Descalzos y el Monumento al toro embolado, obra del autor local José Gonzalvo.
Vistas desde lo alto de la torre de la ex colegiata.

Detalle de la ex colegiata.

Bonita torre de la ex colegiata de Santa María la Mayor.
Por las calles de Rubielos de Mora.
Tras comer algo decidimos coger de nuevo el coche, para ir por la A-1701 en dirección hacia Linares de Mora. Una vez pasamos este pueblo continuamos por la misma carretera durante algunos kilómetros hasta encontrar un desvío a mano derecha que nos lleva, por una carretera algo más estrecha (TE-V-8111) hasta Puertomingalvo.
Puertomingalvo es una localidad de algo más de 200 habitantes, situada en lo alto de una formación rocosa. Destaca, mientras nos aproximamos por la carretera, su castillo y la muralla que rodea todo el pueblo. Las calles, totalmente desiertas, están perfectamente conservadas y resulta perfecto para un sosegado paseo.
Vacías calles en Puertomingalvo.

Nos encantó la visita a Puertomingalvo, sin duda.

Sonriendo, que es gerundio.
En uno de los rincones más pintorescos de Puertomingalvo.
Una vez recorrido Puertomingalvo, regresamos a la carretera principal (A-1701), para desviarnos ahora hacia el norte, hasta llegar a Mosqueruela, de la que nos separan apenas 6 kilómetros.
Declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1982, Mosqueruela es otra pequeña localidad tranquila, que invita a perderse por sus calles empedradas, disfrutando de los pequeños detalles. La Iglesia de La Asunción es, probablemente, el edificio más emblemático, aunque existen algunos portales y aleros en las casas que también llaman poderosamente la atención del viajero.
La Iglesia de la Asunción es el edificio más emblemático de Mosqueruela.

Precioso alero de madera en una de las casas de Mosqueruela.

Conversaciones al sol.

Uno de los portales de acceso a Mosqueruela.
Regresamos a Mora de Rubielos para cenar, esta vez en el afamado restaurante Melanosporum, perteneciente al hotel La Trufa Negra (imprescindible reserva). Aunque de precios moderadamente caros, es un restaurante que asegura productos de calidad. Recomendamos, sin dudarlo, la tostada de carpaccio de trufa y el rissotto trufado.
Tostadas de carpaccio de trufa. Flipantes.
Al día siguiente tampoco madrugamos, puesto que vamos a dedicar la mañana únicamente para ver Mora de Rubielos.
En primer lugar nos llama la atención que hay notablemente más gente que en el resto de localidades que hemos visitado. Probablemente sea la gente que vuelve de las estaciones de esquí o valencianos que aprovechan el domingo para acercarse en el día a esta comarca tan interesante.
Habitada desde la época del bronce medio, Mora de Rubielos posee una historia apasionante. Tuvo una época árabe, posteriormente fue reconquistada por los cristianos y después fue cambiando de manos bajo el mandato de diferentes reyes. En ella podemos encontrar, además del castillo y la ex colegiata de Santa María, el notable edificio del ayuntamiento, casas de originales fachadas y numerosas ermitas.
En primer lugar visitamos la ex colegiata de Santa María, una grandiosa obra gótica de nave única con capillas laterales. Una de ellas, la del Pilar, llama la atención por su decoración manierista, decorada en tonos azules y blancos.
Ex colegiata de Santa María.

Espectacular decoración de la capilla del Pilar.

Grandiosa nave gótica.
Próximo a la ex colegiata se halla el Castillo. La entrada cuesta 3 euros por persona, pero creemos que vale muchísimo la pena, puesto que se trata de uno de los mejores castillos de todo Aragón. Se construyó a inicios del siglo XIV por orden de los Fernández de Heredia. En él destaca su gran patio de armas porticado, en excelente estado tras su restauración en los años setenta. Alrededor del patio existen numerosas salas, en las que se exponen numerosas armas de la época medieval. Muy interesante.
Espectacular patio de armas.
Mora de Rubielos desde la entrada del Castillo. Buenas vistas, ¿no?
Comemos algo en el restaurante Fuenjamón (a destacar el queso trufado) y, tras reponer fuerzas, ascendemos a los restos de la muralla, situados en lo alto de la localidad. Desde allí la vista del Castillo y de la ex colegiata son más que notables.
Mora de Rubielos desde lo alto de la muralla.
Se acaba el fin de semana y debemos regresar a casa, con el buen gusto que nos ha dejado la comarca de Gúdar-Javalambre; la cual podemos recomendar al 100% para pasar 2-3 días de sosiego, visitas interesantes y estupenda gastronomía.
Más info:

jueves, 23 de febrero de 2017

Viaje a Vietnam. Zona desmilitarizada: Túneles de Vinh Moc y río Ben Hai


Posando justo en medio del puente Hien Luong, que separaba Vietnam en dos mitades.
En 1954, al finalizar la primera Guerra de Indochina, Vietnam quedó separado en 2 mitades tras la convención de Ginebra de ese mismo año. Por un lado Vietnam del Norte, controlada por el líder comunista Ho Chi Minh; por el otro Vietnam del Sur.
Se definió una línea imaginaria, correspondiendo con el río Ben Hai y próxima al paralelo 17, para delimitar las dos partes de Vietnam. A ambos lados de dicha línea se estableció una “zona desmilitarizada” (DMZ por sus siglas en inglés), con una extensión de 5 kilómetros a cada lado.
Sin embargo, la DMZ fue una de las zonas que sufrió con mayor virulencia los bombardeos en los años siguientes. Los lugareños, fundamentalmente campesinos, eran reacios a abandonar sus tierras; por dicho motivo comenzaron las excavaciones de los túneles bajo la aldea de Vinh Moc, con la idea de protegerse de los bombardeos.
Actualmente la DMZ, situada a unos 90 kilómetros al norte de Hue, es uno de los atractivos turísticos más “culturales” de Vietnam. 
Entrada al puente Hien Luong, en su parte norte. Al fondo se aprecia el Monumento a la Reunificación.
El lugar más interesante de la DMZ son los túneles de Vinh Moc. Construidos en 1965 por los lugareños para protegerse de los constantes bombardeos en la zona, fueron empleados como refugio a lo largo de 6 años; hasta un máximo de diez días seguidos sin poder salir a la superficie. Con unos 80 centímetros de ancho y poco más de metro y medio de alto, los  túneles tenían una longitud de casi 3 kilómetros. En su interior, oscuro y húmedo, llegaron a convivir hasta 300 personas a la vez, disponiendo de un único baño. Debido a los bombardeos, incluso hubo mujeres que dieron a luz en el interior de los túneles (se estima que fueron 17 los niños que nacieron allí).
Además de los túneles, el puente Hien Luong, el cementerio Truong Son o las bases militares de Khe Sanh y Doc Mieu son otros lugares recomendados para visitar.
Desde Hue se pueden realizar excursiones guiadas de medio día o día entero por la zona (en torno a 15$); otra opción es ir en motocicleta. Para los que se desplazan desde la zona de Phong Nha hasta Hue, existen autobuses (algo más caros que los normales) que realizan paradas en los puntos más interesantes de la DMZ. Esta última fue la opción que nosotros escogimos.
Entrada a uno de los túneles, que se pueden visitar.
Nuestra experiencia
Suena el despertador a las 05:40, preparamos las mochilas y bajamos a desayunar. A pesar de que todavía no es la hora de desayunar, la encantadora dueña del Linh’s homestay nos prepara unos tés y algo de comer.
Hemos reservado, en el propio Linh’s homestay, el transporte hacia Hue. Si bien existe la opción de ir directamente a esta ciudad por unos 220000 dongs (poco menos de 9€); nuestra reserva incluye una visita guiada a los túneles de Vinh Moc y al puente Hien Luong. Son 500000 dongs por persona (20 €) y, aunque algo más caro, nos hará ameno el trayecto y podremos conocer un par de puntos de Vietnam que de otra manera no conoceríamos.
A las 7 en punto, puntual, nos recoge  la furgoneta en la que vamos a viajar junto a 7-8 viajeros más.
Nuestra primera parada es en los túneles de Vinh Moc. Primero visitamos un pequeño museo en el que destacan las fotografías de las duras condiciones de los vietnamitas que vivieron en los túneles.  
Esquema de los túneles, con diferentes alturas y hasta 13 salidas al exterior. Interesante el museo de los túneles.
Después caminamos unos centenares de metros, en dirección a la playa, hasta encontrar una de las múltiples entradas a los famosos túneles. Dicha entrada es angosta y en cuanto avanzamos unos pocos metros bajo tierra la sensación es realmente claustrofóbica. Inspiramos profundamente, cuesta encontrar el oxígeno en ese ambiente viciado. Apenas podemos caminar erguidos, resulta prácticamente imposible cruzarse dos personas. Estremece pensar cómo los aldeanos de Vinh Moc pudieron pasar días enteros en los túneles.
El recorrido por el subsuelo dura unos 15-20 minutos, en los que vemos las pequeñas estancias que hacían función de baño, salas de reuniones, maternidad, etc… 
Entrada nº 5, por la que comienza nuestra visita.

Los túneles son angostos y oscuros (foto con flash).

En el interior de los túneles había pequeñas estancias donde las familias podían llegar a pasar hasta 10 días.

80 centímetros de ancho y poco más de 150 cm de alto. Claustrofóbicos.
Agradecemos el salir a respirar aire puro al finalizar la visita.
De regreso a la furgoneta vemos algunos cráteres de bombas que cayeron en la zona, así como proyectiles que se recuperaron al finalizar la guerra. Ver todo esto invita a reflexionar, sin duda.
Uno de los cráteres que dejaron las bombas en la zona.

Proyectiles de la guerra.
Continuamos la ruta por carretera hacia el sur hasta llegar, en unos pocos minutos más, al río Ben Hai, el cual dividía Vietnam en dos partes. Aparcamos junto a una gran bandera vietnamita, situada en lo alto de una gran plataforma de coloridos murales de estética soviética.
Torre de la bandera.

Coloridos murales en la torre de la bandera.
Nos acercamos a un pequeño museo presidido por una gran estatua de Ho Chi Minh. El museo ofrece un pequeño acercamiento a la guerra de Vietnam, y desprende un marcado carácter victorioso y nacionalista.
Una gran estatua de Ho Chi Minh preside la entrada al museo.
Desde el museo, caminando, llegamos al puente Hien Luong, el cual cruzamos paseando tranquilamente. No se trata del puente original, destruido en varias ocasiones durante la guerra; sin embargo, fue restaurado cuidadosamente siguiendo el modelo de los años 50. 
Entrada al puente Hien Luong por su cara norte.

Puente Hien Luong, sobre el río Ben Hai. Reconstruido en 1999.

Vista atrás, hacia la parte norte.
En la parte sur del puente encontramos el gran Monumento a la Reunificación, formado por seis gigantescas plumas, simbolizando la paz.
Tras la visita, continuamos la ruta por carretera hacia nuestro siguiente destino: Hue.
Monumento a la Reunificación.

domingo, 19 de febrero de 2017

Viaje a Vietnam. Un día en las cuevas de Phong Nha

En el interior de la cámara más grande de la Paradise Cave.
El parque nacional Phong Nha-Kẻ Bàng, situado en la parte central de Vietnam, es posiblemente el destino menos conocido de todo nuestro viaje. Esto es así porque se trata de un parque creado en 1990, declarado Patrimonio de la Unesco en 2003 y cuyas principales atracciones han sido descubiertas muy recientemente. Sin embargo, el descubrimiento de la mayor cueva del mundo en el año 2009 (la cueva de Sơn Đoòng) está haciendo que el turismo aumente exponencialmente.
La abundancia de cuevas (más de 300) se debe a que el parque se encuentra en la mayor zona kárstica de Asia, la cual se comenzó a formar hace unos 400 millones de años y fue evolucionando de una manera muy compleja.
Al parque se puede acceder por libre, pagando la correspondiente entrada, o mediante tours organizados. Estos últimos son algo más caros, pero continúan siendo la opción mayoritaria para recorrer el parque. 
El parque está en una zona de selva muy frondosa y húmeda. Las lluvias son más que frecuentes.
En estos momentos, los principales lugares a visitar son los siguientes:
Cueva de Thiên Đường (Paradise Cave): fue descubierta accidentalmente por un campesino en el año 2005, y está abierta al público desde el 2011. Tiene una longitud de más de 31 kilómetros, aunque actualmente solo se puede visitar 1 kilómetro con la entrada normal y unos 6-7 kilómetros con una entrada especial. Para muchos es una de las cuevas más bellas del mundo. Su cámara principal es de dimensiones espectaculares, con unas formaciones rocosas realmente sorprendentes.
Interior de la Paradise Cave.
Cueva de Sơn Đoòng: se trata de la cueva más grande del mundo (que no la más larga). Descubierta por un lugareño en 1991, no fue hasta 2009 en que las primeras exploraciones científicas llegaron a esta cueva. Tiene una longitud de algo más de 5 kilómetros, aunque lo realmente espectacular es que posee zonas de más de 200 metros de altura y 150 metros de ancho. En su interior hay abundante vegetación, puesto que en algunas zonas el techo se ha derrumbado y permite la entrada de luz solar. Sus estalactitas, algunas de hasta 70 metros de alto, se hallan también entre las más grandes del mundo. En su interior transcurre un río, de ahí el nombre de la cueva (Sơn Đoòng = río de la montaña). Solo se puede visitar mediante un permiso (las visitas están muy restringidas), y la entrada cuesta más de 3000$.
Cueva de Phong Nha: es la que da nombre al parque en su conjunto y, posiblemente, la cueva más visitada. Se accede al interior en barco, navegando por el río Son, que la atraviesa. En temporada alta puede estar algo masificada, aunque sus estalactitas y estalagmitas bien merecen una visita.
Cueva de Tien Son: próxima a la anterior, fue descubierta en 1935. Tiene aproximadamente 1 kilómetro de longitud, de los cuales se suele visitar algo menos de la mitad.
Dark Cave: se trata de una opción muy distinta a las demás; puesto que implica un mayor grado de aventura. Para acceder a la entrada de la cueva se cruza el río en tirolina o barca, y posteriormente se camina por el interior de la cueva únicamente iluminando el camino con nuestras propias linternas frontales. Al final de las estrechas galerías se llega a una curiosa piscina de barro en la que poder bañarse completamente a oscuras. Se suele visitar en los tours organizados junto con la Paradise Cave.
Highway 20 War Martyrs Memorial Temple y la cueva de las “8 ladies”: un pequeño monumento sobre la guerra de Vietnam, breve reseña histórica bastante interesante. 
Interior de la Paradise Cave. Al fondo, arriba del todo, se encuentra la pequeña puerta por la que acceder a la cueva.
¿Cómo llegar al Parque de Phong Nha?
El parque se sitúa en la provincia de Quảng Bình. La ciudad más próxima es Dong Hoi, en la cual hay un aeropuerto que conecta con Hanoi y con Ho Chi Ming City.
Pero realmente la pequeña localidad de Son Trach es la más cercana al parque; se puede llegar en autobús desde el sur (desde Hue, por ejemplo) y desde el norte (nosotros, por ejemplo, llegamos en sleeper bus desde el mismo Tam Coc). Este pequeño pueblo dispone de alojamientos de todo tipo, aunque sin llegar a comodidades como en los lugares verdaderamente turísticos de Vietnam.
Son Trach desde la ventana de nuestra habitación, con las luces del atardecer.
Nuestra experiencia en el parque de Phong Nha
Tras la experiencia en el sleeper bus, con constantes acelerones, frenazos y giros bruscos esquivando el tráfico (literalmente), llegamos a la localidad de Son Trach a las 04:00. Es completamente de noche y el pueblo está desierto.
Por suerte, nuestro alojamiento, el Linh’s Homestay, se halla a tan solo unos 100 metros de donde nos ha dejado al autobús, en la calle principal. Cuando llegamos a la recepción la luz está apagada y no hay nadie. Decidimos sentarnos/tumbarnos a esperar un poco, porque estamos realmente cansados. Al poco rato llega la joven recepcionista, quien amablemente nos invita a subir a la habitación… ¡que teníamos reservada para la noche siguiente! Suponemos que están acostumbrados a recibir viajeros a estas horas intempestivas, pero el hecho de que nos dejen dormir en la habitación (gratis) es algo totalmente fantástico. Así que aprovechamos a descansar unas 3 horas más.
Así es Son Trach de noche. Muy animado no parece, la verdad.

Nuestro alojamiento: el Linh's homestay. Aunque humilde, posiblemente el que más nos gustó de todo nuestro viaje.
A las 07:30 nos levantamos y bajamos a desayunar. El desayuno es sencillo (té/café + noodles/tortilla/pancakes), pero sabe riquísimo.
Mientras desayunamos preguntamos por la posibilidad de contratar un tour a las cuevas. En el Linh’s homestay, igual que en el resto de alojamientos de la localidad, ofrecen visitas con guías locales. Tras escuchar las distintas opciones nos decantamos por ir a la Paradise Cave y la Dark Cave (que, además de la cueva, incluye tirolina, paseo en barca…); todo ello por 1200000 dongs (80€) por persona. Parece caro, pero nos permite una buena aproximación al parque en solo un día, que es el tiempo que tenemos.
*Posteriormente, hablando con un chico que hizo lo mismo por su cuenta en moto, nos dijo que sólo le había salido un poquito más barato y que había acabado empapado por la lluvia…
A las 08:45 nos recoge una furgoneta en la puerta del homestay, para llevarnos al interior del parque. Vamos un grupo de unas 10 personas + guía, con gente alemana, inglesa, neozelandesa…
En primer lugar visitamos la cueva de las 8 ladies y el Highway 20 War Martyrs Memorial; donde nuestro guía nos explica la curiosa historia de las 8 jóvenes que murieron en la pequeña cueva durante la guerra. El memorial en sí no nos llama mucho la atención, pero conocer otro pequeño pedazo de la historia vietnamita sí que nos resulta interesante.
Estamos en plena selva, sin duda.

El pequeño Highway 20 War Martyrs Memorial, en el interior del parque.
De allí nos dirigimos a la Paradise Cave. Una vez bajamos de la furgoneta nos montamos en unos coches eléctricos, para después realizar andando el último tramo de aproximación a la cueva. Los últimos 500-600 metros los hacemos caminando por un sendero que asciende por la montaña; la gran pendiente, unida a la humedad del ambiente, nos hace sudar de lo lindo.
Subiendo a la Paradise Cave. Sudada asegurada.
Una vez llegamos a la entrada de la Paradise Cave, nuestro guía nos explica brevemente cómo se descubrió la cueva, sus dimensiones (¡31 kilómetros!) y un poquito de la historia del parque.
Tenemos algo más de una hora para visitar la cueva, por lo que descendemos los primeros escalones con nervios e ilusión. Hemos leído que es una de las cuevas más bonitas del mundo, así que sabemos que no nos defraudará.
Atentos a las explicaciones, pero con unas ganas inmensas de entrar a la cueva.

Pues sí, por esa pequeña entrada accedemos a la cueva. Lo que viene después no podíamos ni imaginarlo.
Nada más entrar nos quedamos en silencio, boquiabiertos. Ciertamente cuesta encontrar palabras que puedan describir el lugar. Nos encontramos en una amplísima cámara subterránea, rodeados de estalactitas, estalagmitas y columnas, iluminadas con sumo cuidado, lo cual embellece todavía más el lugar.
Caminamos sobre unas plataformas de madera que recorren la parte visitable en su totalidad, adentrándonos en distintas cámaras, a cual más espectacular. Hemos tenido suerte, puesto que no estamos en temporada alta y apenas hay gente en el interior de la cueva.

Tenemos que bajar todos esos escalones hasta llegar a la cámara principal.

¡Hello friends! (¡Gracias, Roberto, por la foto!)
La cueva es realmente enorme. Pero recordad que ni siquiera se parece a la Hang Son Doong, su prima hermana mayor.
¿Agua o espejo?
Las fotografías, por mucho que lo intentamos, no captan la belleza de la cueva. Imprescindible llevar trípode y cámara de fotos con modo manual para obtener fotos decentes.
La hora y 20 minutos que dedicamos a la cueva es suficiente, aunque se nos pasa volando. Cuando nos damos cuenta, ya tenemos que salir.
Enormes estalactitas, estalagmitas y columnas.

Con sonrisa de oreja a oreja, que no es para menos.
Otro detalle de la cueva.
Tomamos de nuevo la furgoneta y nos dirigimos a la Dark Cave, no muy lejos de allí.
Comemos algo en el recinto próximo a la Dark Cave, y nos preparamos para el momento aventurero del día. Nos ponemos el bañador (hay “vestuarios”), el chaleco salvavidas, el arnés y un casco con linterna frontal y nos dan unas breves explicaciones sobre lo que vamos a hacer. Esto parece que se pone interesante…
Llegamos a la Dark Cave, ¡basta ya de planes tranquilos!
Esta es la suculenta comida que nos sirvieron antes de adentrarnos en la Dark Cave.
En primer lugar subimos a una torre de unos 15-20 metros de altura, desde la que parte una larga tirolina que cruza todo el río. Allá vamos, nos tiramos y recorremos los aproximadamente 200 metros volando sobre el río y la jungla. Primera descarga de adrenalina del día superada, y con nota.
Desde la tirolina a la entrada de la Dark Cave nos separan unos 20-30 metros, que recorremos a nado por el río. La entrada de la cueva es amplia pero, en comparación con la anterior, esta está totalmente oscura (de ahí su nombre). Conforme vamos caminando hacia el interior, la luz del sol pierde fuerza y son únicamente nuestros frontales los que iluminan tímidamente las paredes del interior.
Caminamos primero por una zona amplia para desviarnos después por un pasillo estrecho, en una oscuridad absoluta. A los 20 minutos, más o menos, llegamos al final de nuestra ruta. Allí hay una pequeña piscina de barro, donde nos podemos bañar. Es curiosa la sensación de flotar en ese líquido espeso.
Cuando salimos de la cueva tomamos unas pequeñas canoas, con las que llegar remando al lugar de partida. Allí podemos realizar otras actividades (pequeña tirolina sobre el río, etc…) y después cambiarnos. Para finalizar, nos invitan a un ron con refrescos mientras nos relajamos un rato.
* No tenemos fotos del interior de la cueva. De momento no tenemos cámaras sumergibles ni GoPro ni nada por el estilo. Se aceptan regalos ;) 
El paisaje que nos rodea es magnífico, aunque la lluvia no nos gusta nada.

Ahí estuvimos nosotros. ¡Sin la cámara, claro!
Regresamos, en la furgoneta, a Son Trach, sobre las 17:00. Nos damos una merecida ducha y salimos a pasear por el pueblo. Finalmente cenamos en el Phong Nha Bamboo Cafe, donde nos damos un buen atracón a un módico precio (recomendadísimo este lugar).
Tras un día intenso, nos vamos a dormir. Mañana será otro día…