viernes, 17 de marzo de 2017

¿Qué hacer en los alrededores de Hoi An? Día perfecto en bici


Pequeño descanso en una zona de cultivos.
Como ya hemos comentado anteriormente, Hoi An es una ciudad perfecta para pasear relajadamente y disfrutar de su fascinante historia y deliciosa gastronomía. Pero además, si nos alejamos unos pocos kilómetros de las calles repletas de turistas, podemos encontrar algunas aldeas de pescadores y agricultores que nos sumergirán en el Vietnam más rural.
Merece la pena disfrutar de al menos un día conociendo los alrededores de Hoi An, bien sea descansando en la playa de An Bang, viajando a las islas Cham o recorriendo en bicicleta los apacibles caminos de esta zona de Vietnam central.
Hoy conocemos el Vietnam más rural.
Si bien existen numerosos tours guiados que incluyen paseos en barcas de bambú, comidas tradicionales, etc… a nosotros la bicicleta nos parece el medio más conveniente para recorrer el idílico paisaje vietnamita. A nuestro ritmo, sin agobios y sin planes preestablecidos. Que surja el día como tenga que surgir.
Son muchos los lugares donde podremos alquilar una bicicleta por un módico precio. En nuestro caso, el alquiler iba incluido en el alojamiento, así que imposible pensar en otra alternativa. Os contamos, en las próximas líneas, qué podemos hacer en un día por los alrededores de Hoi An.
Aldea de pescadores en las afueras de Hoi An.
¿Qué ruta hicimos en nuestro día por los alrededores de Hoi An?
Hoy madrugamos menos, puesto que hemos decidido que será un día tranquilo, sin planes preestablecidos. Queremos alquilar una bici y pasear por los poblados próximos a Hoi An.
Nos ponemos las botas desayunando (para variar) y cogemos las bicicletas que nos alquilan gratuitamente en el homestay. Únicamente nos ofrecen un mapa rudimentario de las carreteras de la zona, y en un regular (mal) inglés nos indican cómo llegar a las aldeas de pescadores, a la playa de An Bang y a los campos de cultivo de vegetales.
Salimos en dirección este por la calle principal de Hoi An (Tran Phu), que posteriormente cambia de nombre para convertirse en Nguyen Duy Hieu. Vamos por esta calle, bastante transitada, durante aproximadamente un kilómetro y medio.  
Iniciamos la ruta por la calle principal de la ciudad antigua de Hoi An.
En ese momento llegamos a un gran cruce, debiendo desviarnos a la derecha (dirección sur) por la carretera Tran Nhan Trong, que seguiremos a lo largo de varios kilómetros.
Llegados a este punto ya nos olvidamos de las calles ruidosas de la ciudad, para pasar a disfrutar de un ambiente puramente rural. Por el camino nos cruzamos con varios vietnamitas que, al igual que nosotros, van en bicicleta y nos saludan sonrientes.
Puesto que tenemos un mapa bastante precario y apenas hay carteles en la zona, en varias ocasiones dudamos de qué desvíos tomar. Esto tiene su parte mala, evidentemente, puesto que en varias ocasiones nos encontramos “algo perdidos”. Sin embargo, descubrimos algunos rincones pintorescos, como el campo anegado en el que un tractor está semienterrado, o aquel pequeño lago donde un pescador intenta atrapar algún pez con una red bastante destartalada.
Una de las imagenes pintorescas que pudimos ver aquel día.
De vez en cuando algún vietnamita se acerca a nosotros para ofrecernos excursiones guiadas o paseos en barcas de bambú. Nosotros declinamos todas las ofertas, queremos ir a nuestro ritmo. Algunos de ellos son realmente insistentes.
Continuando por la carretera principal llegamos a un inmenso puente que atraviesa el río Thu Bon, próximo a su desembocadura. Contemplamos la espectacular obra durante unos minutos antes de continuar la ruta.
Aquí nos damos cuenta de que nos hemos pasado el desvío... ¡media vuelta!
Sin embargo, nos damos cuenta de que nos hemos pasado el desvío. Unos 200 o 300 metros antes del puente, en una curva con casas y algún pequeño bar, surge una pista estrecha en dirección norte. Es la que debemos tomar.
Circulamos por una larga recta, con campos de arroz y una zona pantanosa a los lados. Pronto veremos un río a nuestra derecha, y al fondo un poblado lleno de barquitos de colores. Hacía ahí nos dirigimos.
Medios de transporte tradicionales y más modernos.

Los barcos vietnamitas están decorados con colores vivos.
Paseamos por sus calles sin asfaltar hasta que nos topamos con un bar a orillas del río donde una anciana nos indica amablemente que entremos. Apenas habla inglés pero nos cautiva con su sonrisa, y pensamos que hemos acertado con el lugar. Tiene una pequeña terraza a orillas del río, desde donde vemos pasar barcos de pescadores y algunos turistas en las curiosas barcas de bambú de forma redondeada.
Una vez estamos allí sentados disfrutando de un merecido refrigerio, la señora nos indica que, si queremos, podemos dar un paseo en una de esas grandes cestas de bambú. Regateamos un poco (lo justo), puesto que nos lo ofrece a un precio mucho mejor que cualquier compañía de las que operan por la zona (100000 dongs/4€).
Terraza a orillas del río. ¿Cerveza y buenas vistas, qué más queremos?
Cestos de bambú, utilizados para salir a pescar. Ahora, también, para pasear a los turistas.
El paseo dura alrededor media hora, y vamos acompañados por una señora muy anciana que, sin embargo, tiene una vitalidad tremenda y rema con una energía inusitada. Creedme, yo estuve remando también y luego me dolían los brazos… Navegamos por unos canales estrechos, entre palmeras (según parece, toda la zona fue reforestada hace unos años, y desde el gobierno vietnamita se intenta proteger y cuidar para atraer más turismo).
Finalizado el paseo, nos despedimos de las señoras que nos han hecho pasar tan buen rato. Muy amables y simpáticas, ¡qué buen carácter tienen los vietnamitas
La amable señora vietnamita, preparándonos colgantes y anillos con las hojas de palmera.

Amabilidad y simpatía de las señoras vietnamitas.
Continuamos la ruta primero en dirección norte y después hacia el noroeste, siguiendo la que ahora es la “carretera principal”. La verdad es que nos orientamos bien a pesar de nuestro mapa cutre. Pues bien, nuestra “carretera principal” acaba en un cruce con otra carretera, que si la cogemos en dirección este nos acerca a la playa.
Hace algo de viento y el mar está bastante picado, así que pensamos que lo de bañarnos mejor lo dejamos para otro día.
Playa desierta, con mar bravo de fondo.
Pero sí que queremos llegar hasta la playa de An Bang, situada algo más al noroeste. Para ello vamos por la carretera que transcurre paralela a la costa y que, esta sí, soporta bastante más tráfico. Con cuidado, que ya sabemos cómo conducen los vietnamitas…
La tranquilidad finaliza al llegar a la playa de An Bang. De repente, como surgidos de la nada, cientos de turistas de todas las nacionalidades confluyen en el acceso a la playa. Masificado, sin duda, y eso que no hace buen día para bañarse. Tenemos que pagar incluso hasta para aparcar la bici (ojo, en un primer momento nos pedían 50000 dongs por cada bicicleta, y ante tamaña estafa regateamos lo más duro posible hasta conseguir que por 8000 nos dejaran las dos bicis).
En la playa hay tumbonas (de pago), bares y restaurantes (con precios más caros que en otros sitios) y mucha, mucha gente. Paramos unos diez minutos a ver el ambiente pero decidimos que esto no es lo nuestro. Por ello, tras comer algo en uno de los puestecillos ambulantes que se suelen colocar en las cercanías de la playa, seguimos nuestro camino.
Entrada a la playa de An Bang.

Tumbonas, bares, restaurantes... y mucha, mucha gente.

La comida de los puestos ambulantes es, sencillamente, deliciosa.
Ya vamos de regreso a Hoi An, ahora por una carretera principal (de las de verdad). Primero atravesamos un puente, donde paramos para ver cómo los pescadores recogen sus redes o regresan a sus casas.
Transportando arroz.

Pescador de regreso a casa, con las luces del atardecer.
Tras pasar el puente nos desviamos por una calle que surge hacia la izquierda, para llegar a la zona de los campos de cultivo de vegetales. Se trata de una pequeña atracción turística que incluye museo y visita a algunos de los invernaderos. Incluso uno se puede poner a aprender a cultivar con algunos de los campesinos. Nosotros únicamente paseamos brevemente por la periferia de los campos con la bici, por lo que solo pudimos ver a algunos campesinos recolectando verduras de forma manual. Nos pareció interesante, la verdad.
Cultivando de forma tradicional.

Diferentes tonalidades de verde.

Sombrero, guantes y manga larga. El ponerse moreno está mal visto en Vietnam.
Por último, y antes de recorrer los últimos kilómetros que nos separan de Hoi An, volvemos a apartarnos de la carretera principal por una estrecha pista a mano derecha, que transcurre por medio de una zona pantanosa. Por allí vemos a varios lugareños que están recolectando vegetales o bien pescando. Todos nos saludan muy simpáticos, nos da la impresión de que pocos viajeros se desvían hacia este bonito lugar. Como nota negativa, el lugar está infestado de ratas (muy grandes), que pasan muy cerca de nuestros pies. 
Paseando por medio de la zona pantanosa.

Escenas de campo.


Aprovechando las últimas horas del día para intentar pescar algo.

Los campesinos nos saludan sonrientes.
Con las luces del atardecer pintando de tonos cálidos el horizonte, reemprendemos la marcha para llegar a Hoi An y disfrutar de nuestras últimas horas en la ciudad.
Mañana  tendremos que madrugar para ir al aeropuerto y tomar el avión que nos lleve a la isla de Phu Quoc. Pero ya sabéis, ¡eso lo contaremos en próximas entradas!
hoi an map bicycle
Pequeña infografía resumiendo nuestra ruta. En azul la ruta principal, en verde los pequeños desvíos que tomamos.

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